miércoles, 18 de noviembre de 2009
conciencia ambiental
ES LA HORA DE LAS MUJERES Y DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA
Foro de los Movimientos Sociales paralelo a la cumbre de la FAO
Esther Vivas desde Roma
Los debates continúan y avanzan en el Foro de los Movimientos Sociales que se está celebrando estos días en Roma, paralelo a la cumbre mundial sobre seguridad alimentaria de la FAO. Los delegados y delegadas de organizaciones campesinas, pastores, pescadores.. se reúnen para dar respuestas a preguntas como ¿Quién decide sobre la alimentación y la agricultura? ¿Qué, cómo y para quién se produce? ¿Quién controla los recursos de producción? Asimismo, mujeres, pueblos indígenas y jóvenes se reúnen específicamente para analizar, a su vez, a estas cuestiones que posteriormente tendrán que ser debatidas y puestas en común colectivamente.
La asamblea de mujeres celebrada a lo largo de este sábado 14 y domingo 15 ha puesto de relieve el papel central de la mujer en la producción de alimentos, así como su total invisibilidad en el mismo. Mujeres que vienen de África, Asia, Europa, América Latina y del Norte... señalaban cómo a pesar de sus distintas procedencias las problemáticas que enfrentan son prácticamente las mismas: dificultad para acceder a la tierra, a los medios de producción, el reconocimiento de su papel como productoras, etc.
En palabras de la activista iraní Maryam Rahmanian es la hora de la soberanía alimentaria, de las mujeres y de aquellos y aquellas que trabajan la tierra. Es necesario dar la vuelta al actual sistema agroalimentario y poner en su centro a las personas y el respeto a la madre tierra. Según la activista iraní, no tiene ningún sentido que “el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el G8 y hasta Bill Gates decidan qué se tiene que cultivar, cómo comerciar, en qué condiciones. Éstas instituciones y personas son parte del problema no de la solución”.
Desde el año 1996, en que la Vía Campesina alzó la bandera de la soberanía alimentaria en la cumbre mundial sobre alimentación en Roma, multitud de alianzas se han tejido para avanzar en la consecución de este objetivo. Hoy, redes como el Foro Mundial de Pueblos Pescadores, la Red de Organizaciones Campesinas y de Productores Agrícolas de África Occidental, Amigos de la Tierra, la Coalición Internacional del Hábitat y la misma Vía Campesina, entre muchas otras, unen fuerzas y levantan colectivamente este Foro de los Movimientos Sociales.
Mucho camino queda aún por recorrer y la crisis alimentaria actual implica cambios drásticos e inmediatos en las políticas agroalimentarias. Los movimientos sociales campesinos, jóvenes, pastores, mujeres, pescadores tienen soluciones y alternativas al modelo agroindusrial, como queda patente en este Foro. Pero, ¿qué falta? Voluntad política por parte de aquellos que ostentan el poder. ¿La FAO estará a la altura de las circunstancias?
Esther Vivas participa en el Foro de los Movimientos Sociales paralelo a la Cumbre Mundial de la FAO sobre seguridad alimentaria en Roma (Italia).
Publicado por Conciencia Ambiental en 12:36 PM 0 comentarios Enlaces a esta entrada
Hacia la Cumbre del Clima de Copenhague
Sergio Ferrari
Rebelión
El planeta está enfermo. Y como nuestro propio organismo cuando está doliente, manifiesta síntomas para llamar la atención y reclamar su cura.
Su temperatura corporal ha aumentado como media 0,74 °C (grados Celsius) en los últimos 100 años. En algunas regiones superó 1,5°C. Durante todo el último milenio, el margen de variación de la temperatura había sido apenas de 1°C.
Causa principal de esta explosión de calor: el aumento descontrolado de emisión de gases de efecto invernadero producto de ciertas actividades humanas como la combustión de carbón, petróleo y gas natural así como la deforestación a gran escala. Principales responsables históricas de esta situación: las naciones desarrolladas.
Otro dato elocuente. Durante 800.000 años, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera fue de entre 200 y 300 ppm (medida que indica la cantidad de moléculas del dióxido de carbono por cada millón de moléculas de aire seco). Hoy supera las 380 ppm, la marca más elevada desde que el hombre tiene memoria.
La amenaza de una convulsión global –producto de la fiebre- está a la puerta con eventuales consecuencias apocalípticas: polos descongelados, mares en aumento, costas desaparecidas, tifones y huracanes multiplicados, sequías crecientes en los países tropicales, agricultura diezmada, flora y fauna amenazada, millones de refugiados climáticos dispersos en el mundo.
LOS DESAFIOS DE COPENHAGUE
En algunos días, entre el 7 y el 18 de diciembre próximo, Copenhague, capital de Dinamarca, reunirá a los representantes del mundo entero en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 15), continuando así los esfuerzos de Balí (2007, COP13) y Poznan (2008, COP14). Y la pregunta del millón sigue siendo la misma.
¿Cómo llegar a un acuerdo para evitar que la temperatura aumente más de 2°C en los próximos 40 años? Con la hipótesis científica que ese registro pueda constituir la frontera de la viabilidad misma de la existencia de la vida en el planeta. Y por ende, ¿cómo reducir a escala planetaria la emisión de gases de efecto invernadero?
No se trata hoy de acuerdos jurídicos. Existen ya la Convención del Clima de 1992 y el Protocolo de Kyoto que proponen mecanismos concretos.
Lo que está en juego es la voluntad política para definir responsabilidades históricas en el deterioro climático. Y poner en cuestión el concepto mismo de crecimiento y de la lógica productiva planetaria. Temas tan de fondo que no dejan mucho margen al optimismo.
La reciente y fracasada reunión preparatoria de Barcelona de la primera semana de noviembre, convocada para preparar la Cumbre de Copenhague, no hizo más que desnudar la falta de esa disposición de negociación, particularmente de las grandes potencias, muy especialmente de los Estados Unidos, quien hasta ahora no ratificó el Protocolo de Kyoto. El cual obliga a los países industrializados involucrados a reducir sus emisiones hasta 2012 en un 5,2 por ciento menos que las cifras vigentes en1990 (año tomado como referencia).
Sobre la mesa entonces, tres temas esenciales que imposibilitan por el momento el consenso. El primero: medir el rol histórico de cada actor planetario en la situación actual del deterioro climático, sin esconder la responsabilidad preponderante de las naciones más desarrolladas.
Segundo: sacar conclusiones prácticas, financieras, contables, para que los que más han deteriorado el clima asuman su responsabilidad y financien a los países “en desarrollo” (empobrecidos) facilitándoles a hacer frente al deterioro climático con medidas muy concretas.
Y en tercer lugar, mirar hacia al futuro, previendo reducciones significativas de las emisiones de gases destructores por parte de los países desarrollados y “emergentes” (China entre ellos), para evitar el sobrecalentamiento del planeta y posibilitar la continuidad de la vida en el mismo.
Un ABC tan simple como complejo. Copenhague se perfila ya como una nueva frustración climática. Mientras tanto la Tierra, ya grave, sigue empeorando.
Publicado por Conciencia Ambiental en 11:20 AM 0 comentarios Enlaces a esta entrada
Mercado de carbono y calentamiento global
Alejandro Nadal · · · · ·
La Jornada, 11 noviembre 2009
Para enfrentar el problema del calentamiento global existen soluciones reales. Pero ninguna de ellas es favorecida por los centros de poder corporativo o sus aliados en los gobiernos, porque implican sacrificios de rentabilidad para los principales emisores de gases invernadero. Por eso el mercado de carbono es sistemáticamente presentado como el instrumento más efectivo para encarar este grave problema. Es más, parece ser la respuesta dominante: corporaciones gigantes, gobiernos y hasta organizaciones ambientalistas apoyan esta solución.
¿Qué es el mercado de bonos de carbono y cómo funciona? Es un mecanismo diseñado para reducir los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Se supone que genera incentivos para que las empresas que emiten GEI limiten sus niveles de contaminación atmosférica.
El mercado es organizado por una autoridad administrativa que fija un nivel máximo de emisiones permitidas. Ese volumen de contaminación permitida es asignado entre los diferentes agentes emisores (por ejemplo, de acuerdo con sus niveles históricos de contaminación), de tal manera que cada compañía tiene ahora un tope de emisiones que no debe rebasar. Si sus emisiones son inferiores, una empresa puede vender el volumen no utilizado a las que rebasaron el volumen permitido. Se supone que esto genera un sistema de incentivos y castigos, que conduce a reducir el costo de transitar hacia un sistema de menores emisiones.
El mercado de carbono no es una fantasía. El Protocolo de Kyoto (PK) estableció las bases para construir mercados de cuotas permitidas de emisiones de carbono. En Europa ya funciona el mercado más grande de emisiones de carbono, el sistema de comercio de derechos de emisión (EU ETS). Estados Unidos está algo rezagado, pero el mercado puede crecer exponencialmente si el Senado aprueba la ley Waxman-Markey. Y las corporaciones de todas las ramas de la economía y muchos gobiernos presionan para que sea el principal componente del acuerdo sucesor del PK.
Este mecanismo de mercado se baña en las aguas de la ideología neoliberal y responde a la creencia de que los mercados asignan eficientemente los recursos. La crisis económica y financiera global ya debería haber enfriado el entusiasmo del pensamiento vulgar por las virtudes del libre mercado y la privatización.
El mercado de bonos de carbono tiene grandes defectos, que lo convierten en un obstáculo para alcanzar buenos resultados en materia de reducción de emisiones de GEI. La idea central del mercado de carbono es que todas las reducciones de emisiones son equivalentes. Es decir, como los gases en la atmósfera siempre se están mezclando, es lo mismo reducir una tonelada de CO2 en Oaxaca que en Milán. Por eso se pueden intercambiar los derechos a emitir gases invernadero entre agentes tan diferentes como una planta termoeléctrica, una siderúrgica o una granja porcícola. De entrada, esa premisa es un error: las reducciones de emisiones no son iguales ni desde el punto de vista de equidad, ni desde el punto de vista tecnológico.
Para empezar, las reducciones de emisiones en un país con un ingreso per cápita de 2 mil dólares anuales no son equivalentes a las de un país con un ingreso per cápita de 30 mil dólares anuales. No es lo mismo reducir las emisiones de metano generadas por un búfalo de un campesino en Bangladesh, que las de un Cadillac que circula por Park Avenue, para recordar el célebre ejemplo de Anil Agarwal.
Por otro lado, existen proyectos que sientan las bases para mayores reducciones en el futuro. Algunas reducciones de emisiones tienen un efecto multiplicador para inducir contracciones adicionales en otros sectores de la vida social y económica. En cambio, otros recortes de emisiones simplemente corresponden a ganancias en eficiencia que son consecuencia de rutinas de modernización, como cuando se introducen mejoras que debían haberse adoptado hace mucho. Es decir, el mercado de carbono puede contribuir a retrasar la reducción global de emisiones. En lugar de favorecer las innovaciones e inversiones de largo plazo en el marco de una estrategia integral, el sistema de mercado de carbono constituye una ensalada de medidas de todo tipo, sin prioridades y sin jerarquía.
Esto es clave porque la economía mundial está fuertemente anclada en su adicción a los combustibles fósiles. La infraestructura industrial y del transporte descansa tan profundamente en tecnologías integradas al consumo de combustibles fósiles, que sólo una transformación similar a la que se dio en los sistemas económicos entre 1850 y 1930 permitirá alcanzar las reducciones de emisiones que la comunidad científica está recomendando. Lo que se necesita es una transformación sistémica. No hay tiempo para parches por aquí y remiendos por allá.
El mercado de carbono proporciona una salida falsa al problema del calentamiento global. Es injusto y es ineficaz. Y lo peor es que cierra el paso a una discusión seria sobre las alternativas que permitirían alcanzar los resultados que recomienda la comunidad científica.
Alejandro Nadal es economista, profesor investigador del Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México, y colabora regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada.
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